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domingo, 2 de octubre de 2011

El autismo y los trastornos generalizados del desarrollo


EL AUTISMO Y LOS TRASTORNOS
GENERALIZADOS DEL DESARROLLO

(Autor: Angel Riviére)


1.- La evolución histórica de la atención educativa a los alumnos con autismo y trastornos profundos del desarrollo:

Desde su definición por Kanner en 1943, el autismo se ha presentado como un mundo lejano y extraño y lleno de enigmas. Los enigmas se refieren, por una parte, al propio concepto del autismos, y a las causas, explicaciones y remedios de esa trágica desviación del desarrollo humano normal. A pesar de la enorme cantidad de investigaciones realizadas durante más de medio siglo, el autismo sigue ocultando su origen y gran parte de su naturaleza, y presenta desafíos difíciles a la intervención educativa y terapéutica.

Por otra parte, cuando tenemos ocasión de relacionarnos con la persona que presenta ese extraño trastorno cualitativo del desarrollo, sentimos vivencias de opacidad, impredictibilidad, impotencia y fascinación, difíciles de describir, y que acentúan aún más –esta vez en la interacción concreta y no sólo en el terreno conceptual, el carácter enigmático del autismo. Estas impresiones nos ofrecen, paradójicamente, una vía por la que poder penetrar en el misterio del autismo si caemos en la cuenta de que las relaciones humanas son normalmente recíprocas. ¿No serán esas sensaciones respuestas nuestra a las impresiones que nosotros mismos producimos en la persona autista?

Si nos tomamos en serio esta idea, llegamos a una primera definición del autismo, mucho más profunda y justificada por la investigación de lo que parece a primera vista:

“Es autista aquella persona a la cual las otras personas resultan opacan e impredictibles, aquella persona que vive como ausentes, -mentalmente ausentes- a las personas presentes, y que por todo ello se siente incompetente para regular y controlar su conducta por medio de la comunicación”.

El autismo nos fascina porque supone un desafío para algunas de nuestras motivaciones más fundamentales como seres humanos. Las necesidades de comprender a los otros, compartir mundos mentales y relacionarnos son muy propias de nuestra especie. Nos reclaman de un modo casi compulsivo. Por eso, el aislamiento desconectado de los niños autistas nos resulta tan extraño y fascinante como lo sería el hecho de que un cuerpo inerte, en contra de las leyes de la gravedad y de nuestros esquemas cognitivos previos, empezará a volar por los aires de nuestra habitación.

Hay algo en la conducta autista que parece ir contra las “leyes de la gravedad entre las mentes” contra las fuerzas que atraen a unas mentes humanas hacia otras. Una trágica soledad fascinante que, como ha destacado penetrantemente (uta Frith (1991): “No tiene nada que ver con estar solo físicamente sino con estarlo mentalmente”

La impresión de fascinación se expresó desde el origen del autismo como síndrome bien definido: Un origen que se sitúa en un artículo muy importante de un psiquiatra austriaco que residía en Estados Unidos: el doctor Leo Kanner. Su artículo sobre “Los trastornos autistas del contacto afectivo”, (1943), empezaba con estas palabras:

“Desde 1938, nos han llamado la atención varios niños cuyo cuadro difiere tanto y tan peculiarmente de cualquier otro conocido hasta el momento, que cada caso merece, y espero que recibirá con el tiempo, una consideración detallada de sus fascinantes peculiaridades”

¿En qué consistían esas peculiaridades “fascinantes”? Kanner las describió de modo tan penetrante y preciso que su definición del autismo es, en esencia, la que se sigue empleando actualmente.

Después redescribir detalladamente los casos de 11 niños, Kanner comentaba sus características comunes especiales que se referían principalmente a tres aspectos.

1).- Las relaciones sociales.- Para Kanner, el rasgo fundamental del síndrome del autismo era “la incapacidad para relacionarse normalmente con las personas y las situaciones” (1943, p. 20), sobre la que hacía la siguiente reflexión: “Desde el principio hay una extrema soledad autista, algo que en lo posible desestima, ignora o impide la entrada de todo lo que le llega al niño desde afuera. El contacto físico directo, o aquellos movimientos o ruidos que amenazan con romper la soledad, se tratan como si no estuvieran ahí, o, si no basta con eso, se sienten dolorosamente como una penosa interferencia” (ibídem).

2).- La comunicación y el lenguaje.- Kanner destacaba también un amplio conjunto de deficiencias y alteraciones en la comunicación y el lenguaje de los niños autistas, a las que dedicó un artículo monográfico en 1946, titulado “Lenguaje irrelevante y metafórico en el autismo infantil precoz”, se refiere al lenguaje en algunos niños autistas, su uso extraño en los que lo poseen como si no fuera “una herramienta para recibir o impartir mensajes significativos” (1943, p. 21) y redefinen alteraciones como la ecolalia (tendencia a repetir emisiones oídas, en vez de crearlas espontáneamente), la tendencia a comprender las emisiones de forma muy literal, la inversión de pronombres personales, la falta de atención al lenguaje, la apariencia de sordera en algún momento del desarrollo y la falta de relevancia de las emisiones.

3).- La resistencia en la invarianza del ambiente.- La tercera característica era la inflexibilidad, la rígida adherencia a rutinas y la insistencia en la igualdad de los niños autistas. Kanner comentaba hasta qué punto se reduce drásticamente la gama de actividades espontáneas en el autismo y cómo la conducta del niño “está gobernada por un deseo ansiosamente obsesivo por mantener la igualdad, que nadie excepto el propio niño puede romper en raras ocasiones (p. 22). Perspicazmente relacionaba esta característica con otra muy propia del autismo: La incapacidad de percibir o conceptualizar totalidades coherentes y la tendencia a representar las realidades deforma fragmentaria y parcial.

Pocos meses después de que Kanner publicara su influyente artículo sobre autismo, otro médico vienés, el doctor Hans Asperger, dio a conocer los casos de varios niños con “psicopatía autista”, vistos y atendidos en el Departamento de Pedagogía terapéutica (Heipadagogische Abteilugn) de la Clínica Pediátrica Universitaria de Viena.

Parece claro que Asperger no conocía el artículo de Kanner y que “descubrió” el autismo con independencia. Publicó sus propias observaciones en un artículo de 1944, titulado “La psicopatía autista en la niñez”. En él destacaba las mismas características principales señaladas por Kanner: “El trastorno fundamental de los autistas –decía Asperger- es la limitación de sus relaciones sociales. Toda personalidad de estos niños está determinada por esta limitación (p.77). Además Asperger señalaba las extrañas pautas expresivas y comunicativas de los autistas, las anomalías prosódicas y pragmáticas de su lenguaje (su peculiar melodía o falta de ella, su empleo muy restringido como instrumento de comunicación), la limitación, compulsividad y carácter obsesivo de sus pensamientos y acciones, y la tendencia de los autistas a guiarse exclusivamente por impulsos internos, ajenos a las condiciones del medio.

Aparte de estas semejanzas, había algunas diferencias entre el enfoque del artículo de Kanner y la perspectiva del de Asperger. Nos interesa destacar ahora una de ellas: mientras que Kanner no se preocupó en 1943 de la educación, Asperger sí lo hizo. Sin embargo, los intereses educativos de Asperger no fueron dominantes en los primeros veinte años de estudio y tratamiento del autismo infantil. Ello se debió a dos razones principales:

1).- El artículo de Asperger fue prácticamente desconocido fuera de círculos restringidos de habla alemana, hasta 1991, ese artículo no se tradujo al inglés,

2).- En la primera época de investigación del autismo predominaron concepciones dinámicas, muy teñidas de equívocos y mitos, que no hacían fácil un enfoque educativo coherente del autismo. Merece la pena que comentemos brevemente este segundo aspecto, diferenciando tres épocas principales de estudio del autismo:

La primera se extendió de 1943 a 1963, ocupando los primeros veinte años de estudio del síndrome.

La segunda abarcó las dos décadas siguientes, de 1963 a 1983,

La tercera se ha perfilado en los últimos diez o quince años, en que se han hecho descubrimientos muy importantes sobre el autismo y se han definido enfoques nuevos para su explicación y tratamiento.

A continuación, el autor nos describe amplia y muy generosamente los estudios y descubrimientos respecto al autismo, efectuados en esos períodos y el enfoque actual por supuesto con sus nuevos temas de interés. Desglosan ampliamente los temas del Trastorno autista, el Trastorno de Asperger, el Trastorno de Rett, el Trastorno desintegrativo de la niñez, los criterios diagnósticos del DSM-IV del Trastorno autista, así como tambien los TGD (Trastornos Generales del Desarrollo.

El autor, nos habla también sobre el espectro autista y sus dimensiones, el Trastorno cualitativo de las relaciones sociales, el Trastorno cualitativo de las capacidades de referencia conjunta (Acción, atención y preocupación conjuntas), el Trastorno de las capacidades intersubjetivas y mentalistas, los Trastornos cualitativos de las funciones comunicativas, Los Trastornos cualitativos del lenguaje expresivo, Los Trastornos cualitativos del lenguaje receptivo, de competencias de anticipación, de flexibilidad mental y comportamental, de la actividad propia, de Competencias de Ficción e Imaginación, de Capacidades de Imitación, Trastornos de la suspensión (de la capacidad de crear significantes) y finalmente además, se aborda el tema de la Educación de lo alumnos con autismo y los criterios de escolarización de los mismos y su respuesta educativa, los aspectos metodológicos y estrategias básicas en la enseñanza de los niños autistas y con TDG y sus recursos personales y materiales que necesitan para desarrollarse con mejores oportunidades.

Un tema en verdad muy amplio nos presenta este autor, pero igual interesante, de manera clara, precisa y concisa en cada apartado del capítulo, que completo lo ponemos a vuestra disposición, para que nuestros amables lectores puedan tener acceso a él, si es de su interés. Sólo tienen que escribirnos y enviaremos a vuelta de correo, esta valiosa información en versión de Word, consta de 45 páginas.

Y bueno... inmersos en esta rica fuente de lecturas instructivas armónicas y constructivas, termina hoy la materia de Educación Especial I, aprovechando aquí y ahora la oportunidad para agradecer profundamente al Dr. José Humberto Velazquez Cárdenas, por su ética profesional, su entusiasmo tan propio, su carisma y legado educativo que por segunda ocasión nos ha entregado al 100% cumpliendo en tiempo y forma con el programa y dejándonos un buen sabor de boca porque realmente disfrutamos su clase... ¡Y vaya, de qué manera! con las dinámicas implementadas en el trayecto de tres fines de semana que se fueron volando, pero bueno, así lo establece el documento curricular de la facultad y próximamente en el décimo y último semestre de nuestra carrera profesional, ojalá nos toque de nuevo con él, en la materia consecutiva: Educación Especial II.

Enhorabuena maestro Velázquez, y muchas gracias por permitirnos integrarlo a nuestro grupo 31, en beneficio nuestro, e incluso hacernos sentir además, instrumentos en su propio crecimiento académico.

¡Gracias en nombre de todos!,
y reciba mi potente abrazo sincero.

Doral.

sábado, 1 de octubre de 2011

Dificultades Ligadas a Retrazo Mental y del Desarrollo



Dificultades Ligadas a Retraso Mental y del Desarrollo
(Autores: José Luis Arco Tirado y,
Antonio Fernández Castillo)


DEFINICIONES Y TERMINOS:
Contextualización del retraso mental (RM)


A lo largo de la historia, los distintos enfoques y maneras de entender y abordar el fenómeno del RM, han variado de manera sorprendente. Estos cambios han oscilado desde las primeras concepciones de finales del siglo XIX basadas en el carácter endógeno e inmutable del problema, hasta las aproximaciones actuales basadas en la modificabilidad del mismo, dependiendo de la cantidad, calidad y funcionalidad de interacciones familiares, educativas y sociales a las que el individuo tiene acceso.

Por lo que en el presente, a diferencia de hace tan sólo unas décadas, entre los profesionales de la salud y la educación, domina el optimismo respecto a las expectativas de desarrollo intelectual, emocional y social de sujetos afectados por esta condición.

Durante el largo siglo que ha costado este cambio de actitudes y expectativas, los niños han sido etiquetados de múltiples maneras: "idiota", "imbécil", "Morón", "oligofrénico", "subnormal educable severo", "subnormal educable ligero", "débilmente", "disminuido", "retardado en el desarrollo", "deficiente mental", "inmaduro evolutivo", "retrasado mental", "retrasado madurativo", "con dificultades de aprendizaje permanentes", entre otros.

Estas acepciones se han ido acuñando en correspondencia con el enfoque psicológico dominante de la época en la que nos situemos. Por ejemplo, durante el primer tercio del siglo XX, apoyada por la medicina, la psicometría, con Binet a la cabeza, elabora (por razones bélicas más que científicas, por cierto) estrategias e instrumentos, dirigidos a la medición y clasificación de la población respecto a la dimensión Inteligencia.

En este sentido, la nomenclatura que utilizaron como "subnormal severo" o " subnormal educable" por ejemplo, podemos considerarla precursora de las categorías actuales de "deficiencia mental profunda", "severa", "moderada" o "ligera", con la que se clasifica a los sujetos que presentan RM (Retraso Mental).

En nuestro país, el autor Puig de la Bellacasa (1990) habla de la "evolución" que han seguido los distintos enfoques a la hora de abordar el fenómeno. En este sentido, identifica el modelo llamado tradicional (asociado a una visión animista), el modelo de la rehabilitación (dominado por la intervención médico-profesional sobre el sujeto) y el modelo de autonomía personal (focalizado en conseguir para el sujeto una vida independiente).

Refiriéndose a esta misma cuestión, otro autor, Casado (1991), propone cuatro etapas: La integración utilitaria (se acepta a los sujetos con deficiencias "con resignación providencialista o fatalita"), la exclusión aniquiladora (al sujeto se le encierra y oculta en el hogar), la atención especializada y tecnificada (dominan los servicios y los agentes especializados sobre los usuarios) y la accesibilidad (principio de "normalización", donde estas personas tienen derecho a una vida tan normal como los demás).

Ambos autores advierten sobre la coexistencia y el solapamiento en la sociedad, a lo largo del tiempo, de estas distintas formas sociales de percibir y responder al fenómeno, y de que la prevalencia de unas sobre otros su alternancia han estado igualmente a expensas del avance tímido y desatiempo de este y otros fenómenos asociados a la educación y a la salud mental.

Una segunda idea que pretendemos resaltar en esta breve introducción al tema, tiene que ver con la diversidad de enfoques sobre el RM, que en la actualidad conviven en el mismo escenario de la evaluación e intervención social y educativa. Desde el modelo Psicométrico de principio de siglo, mencionado antes, hasta los modelos evolutivos actuales, pasando por los modelos conductuales, la manera de entender y responder a este fenómeno ha experimentado un verdadero y esperanzador giro copernicano en el último tercio del siglo pasado.

Efectivamente, aún cuando se mantiene la medida de CI (Coeficiente Intelectual), como un indicador orientativo más del conjunto de variables sobre las que se obtiene información, la evaluación e intervención clínica y educativa se dirige actualmente a la identificación de áreas de desarrollo, habilidades adaptativas y recursos presentes o ausentes tanto en el sujeto mismo como en el entorno educativo (incluyendo la familia), en el que éste crece, aprende y , por extensión, se desarrolla.

Distintas visiones de este enfoque teórico genérico son las que han fundamentado el reguero de reformas educativas llevadas a cabo en nuestro país, en los últimos treinta años, incluía la última de ellas, la LOGSE. Y todo ello es consecuencia de la evolución convergente que han experimentado las teorías sobre el desarrollo y aprendizaje humano (Fernández, 2001).

En este sentido podemos constatar en la actualidad la coexistencia de modelos teóricos cognitivos y de procesamiento de la información de carácter evolutivo, que nos permiten explicar y comprender en mayor medida la conducta social y académica de los alumnos (por ejemplo, el modelo de desarrollo cognitivo de L.S. Vygotsky) con los modelos contextualistas recientes, herederos de la tradición conductista, orientados a la intervención educativa, y que nos ofrecen una visión más comprehensiva, funcional y pragmática de la realidad en la que dichos comportamientos se insertan.

Vamos a dejar hasta aquí, pero si deseas conocer las perspectivas psicométrica, evolutiva y conductiva-funcional, así como también los sistemas clasificatorios y otros factores como los causales asociados, tales como: Los factores biológicos, ambientales y psicológicos, escríbenos, el tema es muy amplio y demasiado generoso y nos gustaría compartir contigo amable lector, también todo lo relacionado con las características que presentan los sujetos con retraso mental y los tipos de evaluaciones que al respecto se pueden hacer y cómo intervenir, etc.

Conoces la dirección de este sitio, doralorama@gmail.com escríbenos y responderemos a la mayor brevedad posible para que tengas este valioso material pronto en tus manos.

Mis respetos,
Doral.

Aspectos Críticos de la Evaluación e Intervención en NEE


Aspectos Críticos de la Evaluación
e Intervención en NEE
(Autores: José Luis Arco Tirado,
Antonio Fernández Castillo y,
Carlos Belda Grindley)

El complejo panorama que rodea los procesos de evaluación, decisión e intervención psico-educativa en sujetos con problemas de aprendizaje y/o de desarrollo es muy amplio, y nos dicen los autores de este capítulo que apoyándose en la metáfora del ordenador, se puede sintetizar las diferentes posturas de investigadores y profesionales respecto al origen de las dificultades que presentan algunos sujetos para aprender y adaptarse a su entorno, a lo lago de un continuo con dos extremos:

Ø En uno de esos extremos se encontrarían aquellos profesionales que entienden que tales dificultades están principalmente determinadas por el “hardware” del individuo, es decir, por su dotación neurobiológica, o integridad de los sistemas de respuesta con los que nacemos.

Ø En el otro extremo estarían los que entienden que las dificultades provienen del “software”, u oportunidades de aprendizaje que el entorno, en el sentido amplio del término, provee al individuo.

Un ejemplo al que podríamos aplicar esta situación es el de los niños afectados por el síndrome de Down. Efectivamente, hace cuarenta años no era difícil estimar las expectativas de desarrollo personal, social o profesional que rodeaban a estos sujetos. De hecho, los resultados podemos apreciarlos en nuestro entorno y en el escaso nivel de integración que personas afectadas por este síndrome han conseguido durante este tiempo. Son innumerables los casos que podemos encontrar en los archivos de colegios e instituciones en los que informes psicopedagógicos elaborados por profesionistas de la educación, certificaban las escasas posibilidades que esos hijos tendrían no ya de ser normales, sino de aprender los repertorios básicos mínimos en el ámbito autónomo y social, entre los cuales se incluían la lectura y la escritura como elementos decisivo en dichos procesos de desarrollo y adaptación personal y social.

Hoy en día, sin embargo, ningún profesional se atrevería a firmar ningún documento con semejantes barbaridades dentro. Entre otros argumentos, podemos señalar la aparición del término “Intervención Temprana”, para explicar, en gran medida, semejante “milagro”. Basta con el diagnóstico precoz y la estimulación temprana y sistemática sobre estos niños, para que su aprendizaje y desarrollo sea equiparable al de los niños “normales”.

En este sentido, e independientemente de las diferencias entre casos particulares y los distintos grados de afectación con que este síndrome pueda cursar, los efectos mayoritarios y específicos del síndrome no han cambiado desde su acuñamiento en 1866 por el médico británico Langdon Down; por tanto, la pregunta a responder es la siguiente:

¿Dónde radicaban las limitaciones para estos sujetos; en su “hadware”, o dotación neurobiológica con la que nacían, o el “software” u oportunidades de aprendizaje que el entorno familiar, educativo y social proporcionaba a estos individuos?

Para muchos profesionales, la respuesta no admite lugar a dudas; sin embargo, otros prefieren seguir encontrando en supuestos factores causales internos (por ejemplo, neurológicos, estructurales, fisiológicos, bioquímicos, etc.), alivio para sus disonancias cognitivas y, lo que es más grave, justificación a sus resultados. O la falta de ellos.
Obviamente, no pretendemos ubicar este análisis en el marco de la culpabilidad, sino en el ámbito de las responsabilidades, en su sentido literal, es decir, en la posesión o no de habilidades para responder, en este caso, a las necesidades educativas indiosincrásicas de cada alumno. Y, por extensión, si el sistema de formación de esos futuros profesionales les ofrece o no suficientes oportunidades para adquirir semejantes habilidades docente e instruccionales.

Desgraciadamente, la educación es la única disciplina que se puede permitir el Lugo de mantener aún abiertos este tipo de debates. Por ejemplo, en biología molecular, disciplina protagonista en la lucha contra el cáncer, no se dedican a elucubrar sobre si los cambios en la especialización de algunas células se deben a mutaciones en sus genes o a cambios en las condiciones medioambientales, sino que van aislando sistemáticamente (tanto como la tecnología lo permite), los factores que sospechan causan o mantienen dichos cambios involutivos para su estudio en el laboratorio.

Interpretan, como mucho, la posible función evolutiva que tales cambios pueden tener desde un punto de vista filogenético, pero, desde luego, a la hora de buscar el avance de su objeto de estudio, se apoyan única y exclusivamente en datos y en procedimientos depurados desde el punto de vista científico, esto es: observación, formulación de hipótesis, contrastación de hipótesis, aceptación o rechazo de hipótesis. Sin embargo, algunas de las creencias más extendidas entre los profesionales de la educación y de la salud, son que a medio-largo plazo dispondremos de vacunas y/o terapias farmacológicas, y últimamente también génicas, que “curen” la dislexia, la timidez, las adicciones y la hiperactividad por ejemplo.

Estas actitudes y sus correspondientes comportamientos, desde nuestro punto de vista, están abortando el desarrollo y la expansión de otras formas de conceptuar e intervenir, más acordes con la naturaleza interactiva y psicológica de estos fenómenos. Si se nos permite la metáfora, podemos seguir creyendo o incluso soñando que le hombre algún día pueda hacer llover, como los antiguos chamanes; pero hoy por hoy, hemos de centrar nuestros esfuerzos para garantizar el suministro de este bien vital, en medidas de ahorro en el consumo, embalsamiento y depuración. Es decir, y retomando nuestro objeto de conocimiento, adoptar programas de intervención y cambio de eficacia y eficiencia contrastadas. Y eso, en educación, actualmente está lejos de conseguirse.

Vamos a dejarlo hasta aquí, como una breve explicación somera del tema, pero si alguno de nuestros lectores está interesado en este tipo de información, (El capítulo completo), estamos en la mejor disposición de compartirl en versión de word, es un archivo de 40 cuartillas resumidamente porque es mucho más extenso, pero con mucho gusto lo haremos llegar a la brevedad posible a vuestro correo electrónico. Escríbenos a:
doralorama@gmail.com

Con mis respetos,
Doral.