domingo, 15 de mayo de 2011

Unidad III: La Comunicación como Relación Intersubjetiva.

Unidad III: La Comunicación como Relación Intersubjetiva.
(Autores: Marc, Edmund y Picard, Dominique)


¿Qué quiere decir "Intersubjetivo"?, que sucede en la comunicación intelectual o afectiva entre dos o más sujetos. Y bién, en este marco podemos iniciar con lo que nos dicen los autores al respecto:

Hemos abordado hasta aquí la comunicación en “exterioridad”, como un proceso objetivable que se podría analizar a partir de puntos de vista estructurales y funcionales.

Tal procedimiento deja escapar, no obstante, en gran parte el sentido que reviste la relación para los sujetos que están implicados. Conviene restituir este sentido, llevando al presente de la interacción, una mirada hacia la “interioridad”, entrando así en el campo de la intersubjetividad. Las cuestiones que este concepto implica conciernen a la relación interpersonal entre Ego y Alter, el modo de relación que instaura, la posibilidad de una comunicación entre conciencias subjetivas y la parte de lo psicológico y de lo social en este proceso.

Nos basaremos para esta reflexión en tres aspectos: el que propone la fenomenología existencial (que ha contribuido de forma decisiva en la elaboración del concepto de intersubjetividad), y la de una aproximación psicosociológica (que muestra la presencia de lo social en el mismo corazón de la relación entre sujetos y sobre todo en los lazos de afinidad) Para cada una de las aproximaciones destacaremos algunos puntos de vista significativos y algunos conceptos fundamentales.

La Fenomenología Existencial:
La intersubjetividad no es solamente la comunicación entre dos conciencias, es, fundamentalmente, el proceso por el cual estas conciencias se construyen y acceden al sentimiento de su identidad. Corresponde a la corriente fenomenológica el haber desvelado y desarrollado esta problemática.

Se pueden encontrar las raíces en Hegel cuando subraya que cada individuo no tiene conciencia de él mismo más que en su relación con los demás y que la lucha por el reconocimiento es el fundamento de las relaciones humanas: “La conciencia de sí-mismo es en sí y para sí, cuando y porque es en sí, y para otra conciencia de sí; e decir, no es, en tanto que no es reconocido” (1939, pág. 155). Mas cerca de nosotros, esta perspectiva ha sido recuperada y desarrollada por la corriente de la fenomenología existencial.

La perspectiva de Sartre:
Sartré retoma la problemática hegeliana pero intena reponerla en el plano de la experiencia concreta y vivida. La aprensión de los otros no es para él un objeto de conocimiento externo, sino un dato intuitivo e inmediato de la conciencia de sí mismo; es “negación interna, lo que significa la unión sintética y activa de dos términos en el que uno se constituye negando al otro” (1943, pág. 298)

¿Qué significa todo esto? Según Sartré, significa que:
a).- A través del fenómeno de la “mirada” es donde el significado profundo de la relación con el otro puede percibirse mejor: “Es suficiente que el otro me mire para ser lo que soy”. Pero la mirada del otro tiende a percibirme como cuerpo y, por lo tanto, a objetivarme; a través de él, me tomo como objeto desconocido de apreciaciones reconocibles, sin que pueda actuar sobre estas apreciaciones. Mi cuerpo es no solamente vivencia subjetiva, sino también objeto de puntos de vista que no puedo aprehender y que se escapan; es ese perpetuo “fuera” de mi “dentro” más íntimo; pero sólo el otro puede verme “tal como soy” y me transmite eventualmente esta visión por el lenguaje. Es necesario resignarse a verse por los ojos de los demás y a conocer nuestro ser por las revelaciones del lenguaje de los otros. Pero la objetividad de mi cuerpo para los demás no lo es para mí; es lo que se me escapa y me hace sentir; “por la mirada de los demás, me veo inmovilizado en medio del mundo, en peligro, irremediable” (pág. 314). Por eso la mirada de los demás me convierte en objeto, y me aliena, y la sostengo con la vergüenza, temor y orgullo.

El Ser - Objeto:
Pero son sus ojos los que me ven: es más bien el otro como sujeto, presencia casi indiferenciada, ya que “se me mira perpetuamente donde yo esté” (pág. 329). El otro será, pues, presente en mi conciencia y la atraviesa enteramente, igual que reivindico como mío el Yo-(moi)-objeto no es una imagen rota de mi que vegeta en una conciencia extraña: es un ser perfectamente real, mí ser como condición de mi mismidad frente al otro y de la mismidad del otro frente a mí.

Mi reacción de defensa frente a esta objetivación alienante, es transformar a su vez al otro en objeto. Es par mí la única posibilidad de controlarlo y limitarlo: mi preocupación constante es mantenerlo en un estatuto de objeto. Así el otro existe para mí bajo dos formas; como sujeto, lo experimento con evidencia pero no puedo conocerlo; y si intento conocerlo y actuar sobre él, no observo más que a su ser-objeto.

Según la teoría de Sartre, el Ser puede observarse desde diversas vías: El ser cómo objeto conocido es la verdad. El ser como objeto querido es la belleza. El ser en cuanto objeto que perfecciona es el bien. Nuestra relación con los demás es una oscilación constante entre estas dos formas. No obstante Sartre se ve obligado a completar esta reflexión sobre la relación, abriéndola a situaciones en las que nosotros nos descubrimos en comunicación con los otros.

"Nosotros": Sujeto - Objeto:
La experiencia del “nosotros” reúne varias subjetividades que se encuentran en una percepción o acción común (pero es siempre experimentada por una conciencia particular). En el nosotros, el hombre se siente enganchado a los demás, en posición de objeto o sujeto.

En la posición de objeto (El Nosotros-objeto) el Otro aparece en situación de tercero. Su mirada me objetiva, pero objetiva de la misma manera al otro con el que yo estaba en relación: El Nosotros-objeto solamente se descubre en el sentimiento experimentado de solidaridad con los otros.

“En este sentido el Nosotros es una brusca prueba de la condición humana como introducida entre los demás, ya que es un hecho constatado objetivamente”. Sartre (pág. 470) da como ejemplo la “conciencia de clase”, en la cual los oprimidos experimentaban su solidaridad por el hecho de que son mirados y pensados por las conciencias que se les escapan (esta comunión se constituye y existe en la mirada de los dominantes en posición de terceros).

“Esto significa que yo descubro el nosotros en donde me encuentro integrado o en “la clase” fuera en la mirada del tercero y asumo es alienación colectiva diciendo “nosotros” (pág. 472). He aquí algunos matices sobre la forma en que Sartre ha planteado el problema de la intersubjetividad.

La Fenomenología de Ronald Laing:
Ronald Laing se pregunta en un principio sobre lo que puede ser la metodología del estudio de las relaciones humanas. Hay que ser consciente de que no existe acceso inmediato a la experiencia del otro (si no es lo que él mismo pueda expresar), No se puede ver o entender por los ojos y los oídos del otro. "Todo lo que se siente, experimenta, o presiente, de él, implica la inferencia a partir de la experiencia
que se tiene del otro y de la experiencia que el otro tiene de sí"

Entonces, cuando R. Laing se hace esa pregunta, se ve conducido así, a definir un paso que denominó con el término de: “Fenomenología Social” (1969). Esta lleva a establecer una diferenciación entre dos tipos de información que se pueden utilizar en esta materia: Por una parte, los comportamientos que pueden observarse; por otra, la experiencia, es decir, lo que cada uno experimenta y siente en sí y por sí mismo. Porque no tenemos acceso directo a la experiencia del otro y el otro no tiene acceso a la nuestra. Pero el comportamiento del otro es objeto de mi experiencia (lo siento de una cierta manera y le atribuyo uno u otro significado) y viceversa.

La experiencia que cada uno tiene del otro es invisible a éste, pero condiciona los comportamientos desde su punto de vista. La intersubjetividad resulta de la interacción entre comportamientos y experiencia. (la experiencia que cada uno tiene del comportamiento del otro. Su campo es la inter-experiencia “ El comportamiento es una función de la experiencia y la experiencia y el comportamiento están siempre relacionados con algo o alguna cosa diferente del “yo” (moi)

Las inferencias que se atribuyen a la experiencia del otro, a partir de las percepciones reales o inmediatas, que se tiene de sus actos, forman parte de la categoría de actos de atribución” (Laing, 1971, pág. 31). Nuestro entorno, las relaciones en las que nos hemos envuelto, son fenómenos compartidos; no obstante, la experiencia que cada uno tiene de estos fenómenos es diferente, ya que vivimos, de hecho, en universos diferentes; estos universos representan para nosotros la realidad.

Existen diferentes modalidades de experiencia: Memoria, imaginación, percepción, sueño… Igual que se distinguen habitualmente varios géneros de experiencia: Interior y exterior; real e irreal; llena y vacía; significativa o fúti, privada o pública. Pero todas estas modalidades no son inteligibles más que cuando se considera al individuo en situación y sobre todo en la red de relaciones que él mantiene con los otros individuos (red constituida por la forma en que percibe a los demás y se conduce ante ellos y éstos lo perciben y actúan en relación a él).

Para analizar la relación intersubjetiva, Laing se basa en un cierto número de herramientas conceptuales:

a) En un primer concepto propuesto es el de complementariedad; define una función de la relación interpersonal como aquella por la que el otro completa el sí mismo o responde a su espera; porque toda relación implica una definición de sí mismo por el otro y del otro por sí; “toda ”identidad” requiere la existencia del otro, gracias a la que se actualiza la identidad de uno mismo (soi)” (Laing 1971, pág. 99)

Así la identidad de padres implica la complementaria de hijo, la de marido, de esposa; la de profesor, de alumno, etc.
Los otros son un elemento necesario en la construcción de la imagen de uno mismo si alguien no llega a encontrar este otro necesario para establecer una identidad satisfactoria, experimenta un sentimiento intenso de frustración y no puede acceder a una conciencia consistente de él mismo. Igualmente si se le envían imágenes contradictorias o incompatibles. Esta problemática se actualiza en las relaciones presentes pero se inscribe también en su historia.

b).- Para el niño, su identidad le viene, en su punto de partida, del exterior, y resulta de la interacción que le une a su entorno y del lugar que le asigna su medio familiar. Seguidamente tiene que “endosar” esta identidad en la adhesión o el rechazo: “Llega –dice Laing-, a esforzarse en extirpar dicha identidad “extraña” que se le ha dado o se le ha condenado e intenta crear con sus propios actos una identidad por sí mismo que pretende ser confirmada por los otros (1971, pág. 116). Es aquí donde interviene la “novela familiar” que cada uno se construye, como el “sueño de cambiar a los otros que nos definen, de forma que la identidad de uno mismo pueda ser definida por él, redefiniendo a los otros”

c) Otro concepto anticipado por Laing es el de Confirmación, (el contrario de la infirmación). Remite al hecho de que uno de los juegos fundamentales de la interacción humana es el de ver conformadas por otros ciertas características, roles y, más ampliamente, ciertos elementos de identidad que él reinvindica. Evidentemente, esta confirmación es relativa y va del total reconocimiento a la aceptación parcial y circunstancial, hasta llegar a la infirmación.

En la confirmación, existe respuesta directa y apropiada al acto evocador; constituye un reconocimiento y la aceptación de lo que significa (la respuesta es, a menudo, verbal pero puede ser también una sonrisa, una actitud de escucha, un apretón de manos… )

La infirmación puede estar caracterizada por el rechazo, la negación, la ausencia de respuesta, pero también por la seudo-confirmación; todas estas formas de respuesta tienen un efecto más o menos negativo y destructor sobre el sentimiento de identidad del sujeto que las recibe.

d) Al lado de la confirmación y la infirmación, Laing distingue otra forma de relación que designa con el término de colusión. (Esto quiere decir que aunque dos personas no estén de acuerdo, deben tomar una decisión mutua por un bien común, respetando desde luego sus diferencias).

Se trata de una especie de “juego” donde los protagonistas se ponen implícitamente de acuerdo sobre las actitudes de seudoconfirmación simuladas que cada uno busca reconocer como verdaderas; la “colusión” del otro es requerida para reforzar la identidad que el “Sí-mismo” (soi) se siente forzado a mantener: “la colusión se desencadena siempre cuando el Sí-mismo encuentra en los demás este otro que le “confirmará” en el falso Sí-mismo (soi) que se esfuerza en hacerse verdadero y viceversa” (pág. 138)

Cada uno se encuentra en el otro la pareja para sancionar la identidad enmascarada que quiere producir a cambio de la reciprocidad. La mayoría de los mecanismos que se vienen describiendo pueden ser en parte inconscientes. Es aquí donde la reflexión de R. Laing se sitúa en el punto de encuentro entre la fenomenología y el psicoanálisis. Es a partir, en efecto, de ciertos conceptos psicoanalíticos, como se puede entender mejor la dimensión inconsciente de los procesos que fundan la intersubjetividad.

Vamos a dejar hasta aquí este interesante tema, para dar la oportunidad a todos aquellos lectores que si desean obtener la información completa, nos escriban por favor, nos da mucha alegría recibir sus cartitas que son un estímulo para seguir compartiendo con ustedes, todos nuestros trabajos académicos.




Con mis respetos y cariño siempre,
Doral.

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