Unidad IV
PROBLEMAS AFECTIVOS Y DE CONDUCTA EN EL AULA
(Autor: Félix López)
1.-
Introducción
Hasta tiempos recientes, la
escuela se ocupaba, desde el punto de vista formal, únicamente de las áreas
denominadas académicas. Incluso puede decirse que lo hacía sin preocuparse
demasiado de los alumnos con dificultades de aprendizaje, porque, el fin y al cabo,
la esencia de su función era enseñar y evaluar con el fin de clasificar y
seleccionar a los alumnos. Que muchos de
ellos no pasaran la prueba de la escolarización, no parecía especialmente
preocupante.
Los alumnos con necesidades
educativas especiales, dificultades generales y dificultades específicas de
aprendizaje o eran llevados a otros centro especializados en su problema o
formaban parte de numeroso grupo de fracasados dentro del sistema escolar.
En las últimas décadas, por
motivos sociales y educativos, se ha desarrollado una verdadera preocupación
por atender a quienes tienen necesidades educativas especiales y por
integrarlos de manera efectiva en las aulas. Paralelamente a este proceso hay,
al menos tres causas que han llevado a focalizar la atención en los problemas
emocionales, sociales y de conducta de los alumnos, y en su relación con las
dificultades de aprendizaje:
La primera de
estas razones, es que un número importante de alumnos con dificultades de
aprendizaje tienen, a la vez, dificultades emocionales, sociales y de conducta.
Por esta razón, el Comité Nacional Conjunto sobre Dificultades de Aprendizaje
(Nacional Joint Comité of Learning Disabilities), incluyó en la definición de
problemas específicos de aprendizaje las deficiencias en habilidades sociales,
provocando una enorme polémica que todavía no ha terminado (Gresham, 1992).
Ello ha dado lugar a numerosos estudios y discusiones sobre las relaciones
entre las dificultades de aprendizaje, las habilidades sociales y los problemas
de conducta.
La segunda
razón, son
las investigaciones que ponen en duda el valor explicativo del CI a la hora de
entender el rendimiento en la vida real. Estos estudios (Sternberg,
1985) reconocen la existencia de
componentes sociales de la inteligencia y, más recientemente, hablan de
inteligencia emocional para referirse a un conjunto de capacidades emocionales
y sociales necesarias para lograr el buen rendimiento en las relaciones
sociales y en la profesión (Goleman, 1995).
En efecto, no puede entenderse el lugar que ocupan las personas en la sociedad sin tener en cuenta en cuenta la inteligencia emocional, entendida no como la mera capacidad académica, sino también como la capacidad de saber usar los recursos emocionales y sociales en la vida real.
Salovey y Mayer (1990) acuñaron el término inteligencia emocional para poner de manifiesto que las emociones impregnan de tal manera toda la actividad de las personas que condicionan el rendimiento académico, profesional y social. Para estos autores es fundamental conocer las propias emociones, controlarlas, motivarse a sí mismo, empalizar con los demás y tener habilidades sociales.
En esta misma posición se sitúa Gardner (1993 con su propuesta de “inteligencia múltiple” en la que se reconoce siete clases diferentes de inteligencia: dos de las cuales se refieren específicamente a las relaciones sociales: La interpersonal para las relaciones con los demás y la relación intrapsíquica, que permite tener una imagen exacta y verdadera de la persona.
La tercera razón es más básica y, tal vez por ello, es también la más olvidada. Con independencia de la relación entre dificultades de aprendizaje y el desarrollo emocional y social, por un lado, y entre el rendimiento académico y el rendimiento en la vida real, por otro, el bienestar emocional y social de los alumnos es fundamental en sí mismo y fomentarlo debe ser uno de los objetivos básicos de la escuela.
El reconocimiento actual la importancia de los contenidos llamados
transversales en el currículo demuestra esta afirmación. En efecto, el
bienestar personal y social depende de numerosos factores que sobrepasan lo que
sucede en la escuela, pero ésta puede y debe contribuir a él. Haciéndolo,
además, mejorar el clima de clase y el rendimiento académico de los alumnos si
éste se está viendo afectado negativamente por factores emocionales y sociales.
En la primera parte de este
capítulo, en concreto, se describen los problemas emocionales y de conducta que
se ponen especialmente de manifiesto en el aula, y se analizan sus distintas
causas. En la segunda parte, se indican
algunas de las estrategias educativas para afrontarlos y, sobre todo, se hace
una propuesta educativa para prevenirlos.
Este tema lo expuso brillantemente dentro del aula, el equipo No. 3, compuesto por los siguientes alumnos del Grupo 31:
1.- Pérez Carlón Elida
2.- Leal Escalante Anahí Guadalupe
3.- Martínez Estrada María Guadalupe
4.- Lugo Ramos Karla Guadalupe y,
5.- Moreno Gámez Adilene.
Si deseas obtener este material completo, escríbenos y con mucho gusto te lo haremos llegar a tu correo personal, a la brevedad posible.
Hasta la próxima semana amigos,
Doral.
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